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FotoBirding en Sant Adrià de Besòs
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domingo, 15 de junio de 2025

Cogujada común en alerta

 
Galerida cristata. Cogujada Común. Cogullada vulgar. Crested Lark .

La cogujada común es un aláudido de aspecto robusto, habitual en medios abiertos y secos como los que rodean Codo (Zaragoza). Su plumaje pardo con estrías oscuras le proporciona un excelente camuflaje entre rastrojos y cultivos cerealistas. El rasgo más distintivo de esta especie es la cresta eréctil, que alza o baja según el estado de alerta, y su pico largo y ligeramente curvado, adaptado a una dieta mixta de semillas e invertebrados.

Se trata de una especie sedentaria en la mayor parte de la Península Ibérica, con algunos desplazamientos locales. Durante la primavera y verano aumenta su consumo de insectos, mientras que en otoño e invierno se alimenta principalmente de semillas.

En el entorno estepario de Codo, la cogujada se observa posada en el suelo o realizando vuelos bajos y ondulantes. Comparte hábitat con especies como la terrera común, la terrera marismeña y la calandria común, situándose en tamaño entre estas últimas. Su comportamiento tranquilo y su adaptación al mosaico agrícola la hacen una especie frecuente, aunque fácilmente pasa desapercibida si no se presta atención.

El avistamiento reciente en una charca temporal permitió documentar con claridad su morfología y proporciones, destacando su silueta compacta, su patrón críptico y su interacción con otras especies esteparias del entorno.

 

Su plumaje presenta un patrón de coloración críptica con tonos pardos estriados y áreas ventrales más claras.


Cogujada sobre un sustrato húmedo terroso en una actitud vigilante. Las patas la sustentan firmemente junto a un charco.

Un primer plano, destacando su cresta erguida que corona la cabeza con plumas puntiagudas. El pico cónico, de tonalidad amarillenta con punta oscura, se proyecta con precisión, adaptado para forrajear en el suelo. Su ojo grande y expresivo, rodeado de un anillo claro, refleja una aguda visión.

Sobre un campo de barbecho, con la cresta alzada en un gesto de atención.
La cogujada común suele desplazarse caminando, con movimientos fluidos y cortos vuelos de escasa altura.


 

Un plumaje menos definido sugiere que se trata de un individuo joven.


 

Las imágenes fueron tomadas con Canon R7 + 100-500mm y duplicador 1.4x.
© PacoTorres, 12.VI.2025. Codo (Zaragoza).
- Entradas relacionadas en este blog:  Cogujada.


Un momento con la calandria común.



Calandria común.  Melanocorypha calandra. Calàndria. Calandra lark. 



En un árido paisaje, donde la tierra agrietada retiene apenas un hálito de humedad y el viento barre el silencio sobre los campos, la calandria común (Melanocorypha calandra) emerge como una figura robusta, elegante y serena. Su silueta, más grande que la de sus compañeras de charca —terreras comunes o cogujadas montesinas—, destaca con porte firme.


Se distingue por el pecho adornado con una ancha franja negra que contrasta con su plumaje terroso y apagado, junto a una cabeza grande y un pico fuerte, rasgos que la definen en el campo. Sin necesidad de escuchar su canto potente y melodioso —típico de los cielos primaverales—, su presencia refleja una adaptación perfecta a las estepas.

La observé en una charca de Codo (Zaragoza), un oasis en el secano, donde se acercó al agua con paso decidido, sin prisas ni alardes, dominando el entorno. Bebiendo con calma, mostraba una postura erguida, mirada atenta y movimientos eficientes, a diferencia de otras aves más nerviosas. Este comportamiento revela su vínculo con hábitats abiertos, secos y poco intervenidos, donde el agua dicta los ritmos vitales.

Habitante de llanuras cerealistas, barbechos y estepas naturales, la calandria necesita amplios territorios para alimentarse y nidificar. Fuera de la época reproductiva, forma pequeños grupos, a veces con otras aláudidas, manteniendo siempre su porte singular.
Su presencia testimonia la vida que persiste en los rincones más duros del paisaje ibérico.


La calandria común tiene un pico robusto, con un toque amarillento.

Con curiosidad mientras sostiene lo que parece ser larvas o semillas en su pico que acaba de capturar cerca del agua.


La calandria común se yergue con la cabeza elevada en un paisaje de terroso, consu cuerpo erguido y vigilante. Su plumaje combina marrones terrosos con finas estrías en las alas y un vientre blanco cremoso, destacando un collar negro distintivo alrededor del cuello.


Con la mirada dirigida hacia arriba en un gesto atento mientras sus patas se hunden ligeramente en el suelo empapado.

 

Las imágenes fueron tomadas con Canon R7 + 100-500mm y duplicador 1.4x.
© PacoTorres, 12.VI.2025. Codo (Zaragoza).

- Entradas relacionadas en este blog:  # Calandria común 

 


La chova

Pyrrhocorax pyrrhocorax. Chova piquirroja. Gralla de bec vermell. Red-billed Chough .


Durante la observación reciente en Codo, Zaragoza, registré la presencia de la chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) bebiendo en una pequeña charca . Este avistamiento me permite analizar detalles relevantes de la especie. 

La membrana nictitante funciona como una especie de "parpadeo interno" para proteger y humectar el ojo sin bloquear completamente la visión. En aves como la chova piquirroja, este tercer párpado puede ser especialmente útil cuando vuelan a gran velocidad o están expuestas a polvo y viento.

 
Observo lo que parece ser el tercer párpado o membrana nictitante, una estructura transparente que la chova piquirroja utiliza para proteger y humedecer los ojos, con un color ocular predominante marrón oscuro que refleja su adaptación a entornos luminosos. Este párpado se hace más visible en condiciones específicas, como alerta,  descartando anomalías oculares.


Con su característica anisodactilia, la chova piquirroja exhibe una estructura de patas adaptada a la sujeción firme en superficies irregulares. Sus tres dedos orientados hacia adelante y su hallux dirigido hacia atrás le permiten agarrarse con seguridad a las rocas.

 
La chova piquirroja presenta cuatro dedos en cada pata, con tres dirigidos hacia adelante y uno hacia atrás, una configuración conocida como anisodáctila, que optimiza el agarre a superficies irregulares como ramas y rocas, clave para su locomoción en hábitats rocosos y acantilados. 
 
Veo que los ejemplares en Codo se acercan a una charca para beber, lo que indica su dependencia de fuentes de agua en entornos semiáridos. Su pico, característico por su color rojo brillante y forma curvada, mide aproximadamente 5-6 cm de longitud y 1,2 cm de ancho en la base, adaptado para extraer invertebrados de grietas rocosas, con una curvatura importante que facilita esta función. 
 
 
Con su porte elegante y su silueta esbelta. 
La chova piquirroja es de un tamaño intermedio, mayor que el de una paloma común, pero sin llegar a la robustez de otras grandes aves. Su plumaje negro brillante, junto con su característico pico y patas rojas, refuerzan su imagen distinguida mientras se mantiene erguida, observando con atención su entorno. 

La chova tiene un pico largo y curvado, lo que influye en la forma en que se alimenta y bebe. 


En alerta cerca de la charca. A pesar de su apariencia uniforme, el plumaje negro de la chova piquirroja revela irisaciones metálicas que varían según la luz, mostrando destellos azulados o verdosos. Aunque a simple vista parece homogéneo, la textura y disposición de las plumas permiten distinguir matices sutiles.


Las imágenes fueron tomadas con Canon R7 + 100-500mm y duplicador 1.4x.
© PacoTorres, 12.VI.2025. Codo (Zaragoza).
- Entradas relacionadas en este blog:  # Chova piquirroja


Un elegante alcaraván

Alcaraván común, Burhinus oedicnemus, torlit, Eurasian stone-curlew).


El alcaraván común es una de las aves más carismáticas de los paisajes esteparios del valle medio del Ebro. En las estepas de Codo (Zaragoza), su silueta estilizada se deja ver con más facilidad al atardecer, cuando la luz cálida y baja acentúa su presencia sigilosa. Habitante habitual de entornos secos y abiertos, prefiere suelos desnudos, con vegetación escasa y la presencia de charcas temporales, donde su plumaje terroso lo mimetiza a la perfección.

El 12 de junio de 2025, un único individuo apareció en el paisaje: elegante, atento, solitario. Caminaba con paso pausado entre zonas húmedas y suelo agrietado, bebiendo con calma y deteniéndose a observar. Sus ojos grandes y amarillos —casi hipnóticos—, su plumaje críptico, las patas largas y el pico corto y fuerte formaban un conjunto perfectamente adaptado a la discreción y a la vigilancia constante.

No se mostró nervioso, pero tampoco confiado: mantenía una distancia prudente, aceptando nuestra presencia sin entregarse a ella. La serie de imágenes aquí reunidas recoge distintos momentos de ese breve pero inolvidable encuentro: el ave bebiendo, patrullando, deteniéndose un instante para mirar, reflejada sobre el agua, en distintas posturas y ángulos. El protagonista es siempre el mismo, pero las luces, los gestos y el entorno varían, revelando matices nuevos en cada captura.

Aunque residente, el alcaraván comparte hábitat con otras especies migradoras como la terrera común (Calandrella brachydactyla), diferenciándose por una dieta más variada que incluye invertebrados y pequeños vertebrados. Su sola presencia subraya el valor ecológico de estas estepas, frágiles y cada vez más amenazadas, donde la biodiversidad aún encuentra refugio.

Primer plano del perfil cefálico de un ejemplar adulto de Burhinus oedicnemus, donde se aprecian el ojo amarillo de iris prominente y el pico bicolor (negro con base amarilla).
Posado en hábitat estepario húmedo tras episodios de lluvia. La postura vigilante y el entorno arcilloso con vegetación rala coinciden con las preferencias ecológicas de la especie en época estival.
Erguido en campo abierto, con plumaje dorsal críptico y patas largas de color amarillo. La ausencia de muda activa y el diseño nítido de las cobertoras sugieren un adulto en fase postreproductiva.

Bebiendo en charca poco profunda. Se observan gotas de agua suspendidas en el aire, lo que indica acción de absorción mediante succión, comportamiento característico en especies adaptadas a climas áridos.


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Las imágenes fueron tomadas con Canon R7 + 100-500mm y duplicador 1.4x.
© PacoTorres, 12.VI.2025. Codo (Zaragoza).
- Entradas relacionadas en este blog:  Alcaraván común

Terrera común

Terrera común (Calandrella brachydactyla, la terrerola,
Greater short-toed lark) en las estepas de Codo: discreción sobre suelo arcilloso.

La terrera común  es un pequeño aláudido característico de los espacios abiertos y secos, como los que se encuentran en la zona de Codo, en las estepas del valle medio del Ebro. Su presencia allí durante el periodo estival es coherente con sus preferencias ecológicas: suelos desnudos, vegetación rala, calor y horizontes despejados.

Estas aves pasan desapercibidas fácilmente gracias a su plumaje pardo claro, surcado de líneas más oscuras en el dorso, que se funde con los tonos terrosos del entorno. El pecho, normalmente limpio de estrías, puede presentar un leve rayado en primavera, pero siempre destaca por su uniformidad. Otro rasgo distintivo son las dos manchas negras que flanquean el cuello, un detalle que ayuda a diferenciarla de su pariente más escasa y amenazada, la terrera marismeña (Alaudala rufescens).

En esta ocasión, he podido fotografiar varias terreras comunes en un entorno típico de la especie: arcillas secas con parches de vegetación baja, pequeñas charcas donde se acercan a beber, y una luz dorada que realza los matices de su plumaje. El collage que acompaña esta entrada recoge algunas de las mejores imágenes obtenidas durante la observación, donde se aprecian distintas posturas, actitudes y edades.

Mientras la marismeña es residente en estas zonas esteparias, la común es migratoria. Llega en primavera para criar y, con la llegada del otoño, emprende rumbo hacia el Sahel. Ambas especies comparten hábitats, pero no siempre resulta fácil diferenciarlas, especialmente en individuos jóvenes. Sin embargo, la silueta del pico, la presencia o ausencia de moteado en el pecho y ciertos contrastes del plumaje ayudan a afinar la identificación.

En un paisaje donde la vida parece escasa, la terrera común es una superviviente discreta y perfectamente adaptada. Como otras aves esteparias, depende del mantenimiento de estos ambientes abiertos, poco transformados, y de una gestión agrícola compatible con la biodiversidad. Observarla es siempre un pequeño regalo.

La terrera común muestra un plumaje dorsal marrón estriado y ventral blanco puro, con un pico ocre y patas anaranjadas. El patrón moteado y la falta de desgaste sugieren un juvenil en etapa postjuvenil temprana, posiblemente una hembra por la ausencia de manchas negras cervicales típicas de machos.

La terrera común exhibe un plumaje dorsal con finas estrías marrones y alas con barras oscuras sutiles, junto a un vientre blanco impecable y un pico ligeramente curvado. La postura erguida y la ausencia de marcas cervicales prominentes podrían indicar una hembra adulta o un individuo joven, con plumas que muestran una textura uniforme.

Exhibiendo un plumaje dorsal con estrías marrones y un vientre blanco puro, con un pico fino y patas rosadas posadas en un montículo húmedo. La falta de marcas cervicales y el plumaje fresco sugieren un juvenil o una hembra adulta.

Muestra un plumaje dorsal con estrías marrones y una cresta erguida distintiva, junto a un vientre blanco y un pico corto con tonalidad clara. La presencia de un collar oscuro parcial y plumas bien definidas apuntan a un macho adulto en plumaje reproductivo.

Muestra un vientre blanco con patas pálidas sobre suelo árido. El patrón cervical indica un macho adulto en plumaje reproductivo.

El patrón cervical en aves, como la terrera común, se refiere a las marcas o manchas oscuras que aparecen en los lados del cuello, a menudo más notorias en machos durante la temporada reproductiva. En esta especie, estas manchas negras o oscuras son un rasgo distintivo que contrasta con el plumaje más claro del resto del cuerpo, sirviendo como señal visual en exhibiciones o para diferenciar sexos, aunque su intensidad puede variar según la edad y el momento del año.

Capturada bebiendo con un pico sumergido en una charca. El collar oscuro visible y las plumas bien definidas sugieren un macho adulto en plumaje reproductivo


- Todas las imágenes © PacoTorres del día 12.VI.2025 en Codo (Zaragoza).
Fotos con Canon R7 + 100/500 x1,4

sábado, 14 de junio de 2025

Terrera marismeña en tierras áridas


En las llanuras de Codo, en la provincia de Zaragoza, pude observar y  fotografiar  a la terrera marismeña (Alaudala rufescens), un aláudido de pequeño tamaño. Esta sesión complementa una entrada previa realizada en este blog  (sep-2024)

Las imágenes obtenidas destacan su plumaje estriado en tonos grises-pardos, que le permiten camuflarse en su adaptación a entornos áridos y abiertos. La luz del día resalta los tonos cálidos del terreno y los matices de sus plumas.

El paisaje de Codo se compone de llanuras esteparias con suelos arcillosos, cubiertos por vegetación baja: hierbas y matorrales dispersos. La presencia de zonas encharcadas, resultado de precipitaciones recientes, proporciona un hábitat favorable para varios aláudidos: además de la terrera marismeña, observé a la terrera común (Calandrella brachydactyla), la calandria (Melanocorypha calandra) y la cogujada común (Galerida cristata), todas ellas características de estos paisajes abiertos.


La terrera marismeña se muestra posada en una charca, con su plumaje estriado  destacando sobre el reflejo del agua, evidenciando su adaptabilidad a hábitats húmedos.

La terrera marismeña aparece con su pico ligeramente abierto, mostrando detalles de su garganta clara y el patrón moteado de su dorso, en un entorno de suelo arcilloso y reflejo acuático.

La Terrera marismeña. Alaudala rufescens. Terrerola rogenca. Mediterranean Short-toed Lark.

Aquí se aprecia su pico corto.


La terrera marismeña con las marcas estriadas del plumaje ventral visibles.


- Todas las imágenes © PacoTorres del día 12.VI.2025 en Codo (Zaragoza)

lunes, 9 de junio de 2025

Un terrat verde sobre el Museu Blau

Durante una jornada de colaboración con Concolormedia, subimos a la cubierta del Museu Blau, en Barcelona, muy cerca de Sant Adrià de Besòs. El objetivo era documentar espacios donde la naturaleza se integra en la ciudad, y lo que encontramos en lo alto del edificio fue un ejemplo perfecto: un terrat verde lleno de vida.

Entre la vegetación adaptada al clima mediterráneo, hallamos un hotel de insectos, charcas artificiales y rincones pensados para fomentar la biodiversidad. En una de las lagunas observamos una hembra de ánade real (Anas platyrhynchos) con tres pollos. Según nos explicaron, el resto de la pollada podría haber sido depredada por las gaviotas, frecuentes en esta zona litoral.

Este tipo de cubiertas verdes tiene un valor ecológico significativo. Mejoran el aislamiento del edificio, ayudan a retener agua de lluvia, reducen el efecto isla de calor y, sobre todo, crean pequeños hábitats para aves como el ánade real, insectos y otras formas de vida. Son un claro ejemplo de cómo la arquitectura puede colaborar con la conservación, incluso en plena ciudad.

El Museu Blau no solo es un espacio de divulgación científica, sino también un lugar donde se experimenta con soluciones verdes para la ciudad. Desde su terrado, con vistas al Parc del Fòrum y al litoral, uno puede imaginar una Barcelona más viva, más integrada con su entorno natural… y con más cubiertas así.
Las imágenes que acompañan esta entrada recogen algunos de esos momentos, en este rincón singular de Barcelona.

Charca artificial en el terrado, hogar de una hembra de ánade real y sus pollos.

Hotel de insectos entre la vegetación, un lujo ecológico.

Horizonte desde el terrado, con el mar como telón de fondo.

Detalle de la vegetación de la cubierta y la silueta de las "tres xemeneies".



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© PacoTorres en Sant Adrià de Besòs, 5 de junio de 2025. Fotos con iPhone-11





lunes, 2 de junio de 2025

Un refugio oculto en el muro

Secuencia del adulto de abubilla (Upupa epops) alimentando a su cría



En una grieta vertical de un viejo muro de piedra, tan discreta que podría pasar desapercibida, una pareja de abubillas (Upupa epops) ha establecido su nido. No hay un nido al uso, con ramas o musgo, sino un hueco profundo y austero donde la vida se abre paso en silencio, ajena al bullicio humano. Durante días, he observado desde una distancia respetuosa el ir y venir de los adultos: planean con precisión hasta la abertura, se aferran al muro con sus garras y alimentan a su cría en un ritual tan breve como fascinante. El adulto llega, introduce una presa con su pico curvo, responde al chillido hambriento de la cría y se desvanece en un instante, dejando tras de sí apenas un eco de su presencia.

Al prestar atención, emergen patrones sutiles. La frecuencia de las visitas varía: a veces cada pocos minutos, otras con pausas más largas. La cría, desde la penumbra del nido, asoma con el pico abierto, su impaciencia revelando tanto su hambre como su creciente vigor. Los adultos traen presas variadas —insectos grandes, larvas jugosas, incluso algún ciempiés—, que la cría devora con avidez. Las imágenes capturadas en distintos momentos muestran su progresión: cada día se aproxima más a la entrada, como si un instinto profundo la empujara hacia la luz, aunque aún depende por completo de sus padres.

El plumaje incipiente de la cría y su comportamiento sugieren que tiene entre 15 y 22 días de vida. A esta edad, las abubillas han reemplazado el plumón inicial por plumas más definidas, aunque carecen del contraste vibrante de los adultos, con su cresta anaranjada y alas rayadas en blanco y negro. Su creciente audacia al asomarse indica que la emancipación está cerca: entre los 25 y 28 días, las crías suelen abandonar el nido, un hito que marcará el fin de esta etapa de dependencia. Para los adultos, este periodo final es agotador; para la cría, un preludio a los desafíos del mundo exterior.

Contemplar este proceso íntimo —sin interferir— es un privilegio que trasciende lo meramente visual. No se trata solo de capturar una escena curiosa, sino de asomarse a un fragmento del ciclo natural que se despliega a nuestro alrededor, a menudo ignorado. En un simple muro de piedra, la abubilla transforma una grieta olvidada en un santuario temporal: un recordatorio de cómo la naturaleza encuentra siempre un lugar para florecer, incluso en los rincones más improbables.

El joven asoma por la entrada del nido, reclamando comida con insistencia; se aprecian ya sus primeras plumas  parcialmente desarrollado, pero aún conserva esa comisura clara, lo que concuerda con una edad aproximada de 15–20 días.

La comisura blanca del pico, visible en muchas aves jóvenes como la abubilla, es una característica natural que ayuda a los adultos a localizar con precisión la boca del polluelo durante la alimentación. Esta marca brillante actúa como una señal visual que facilita el cebo, especialmente en condiciones de poca luz o dentro de nidos oscuros como grietas o huecos. Es un rasgo común en especies nidífugas y nidícolas durante sus primeras etapas de vida, y en el caso de la abubilla, se observa claramente en las crías mientras dependen de sus padres.

El adulto se posa con agilidad junto a la entrada del nido, mostrando su distintiva cresta anaranjada erguida, un rasgo emblemático de la especie que usa para comunicarse y intimidar. Su pico curvo sostiene una presa para alimentar a la cría.


El adulto se retira tras alimentar al polluelo; la cría aún asoma brevemente, esperando la siguiente visita.

Puedes oír el audio de 3 min. de esta entrada   




© PacoTorres en Sant Adrià de Besòs . Fotos 2 de junio de 2025.  Nikon P950

domingo, 1 de junio de 2025

Tiempo de pollos


Focha común (Fulica atra), somormujo lavanco (Podiceps cristatus) y zampullín chico (Tachybaptus ruficollis).



A finales de la primavera, los humedales mediterráneos como Remolar-Filipines, en el Delta del Llobregat, se transforman en núcleos efervescentes de actividad reproductiva. En este mosaico de aguas someras y vegetación palustre, especies como la focha común (Fulica atra), el somormujo lavanco (Podiceps cristatus) y el zampullín chico (Tachybaptus ruficollis) culminan su ciclo reproductor con la llegada de los polluelos. Para estas crías precoces, los primeros días de vida son críticos: deben seguir a los adultos desde el primer momento, aprender a alimentarse, evitar depredadores naturales y adaptarse a un medio cambiante. La selección natural actúa sin pausa, y solo aquellos que logran adaptarse rápidamente tienen posibilidades de llegar a juveniles.

Cada una de estas especies presenta estrategias de crianza distintas. Las fochas comunes, sociales y agresivas, conducen a sus pollos —fácilmente identificables por su llamativo plumón rojizo y negro— entre la vegetación sumergida, donde capturan invertebrados acuáticos y brotes tiernos. Los somormujos lavancos muestran un comportamiento parental más elaborado: los adultos transportan a sus polluelos sobre el dorso, alternando entre pesca y vigilancia constante, mientras las crías practican sus primeras zambullidas. En cambio, los zampullines chicos, más discretos, emplean camuflaje y rapidez en el agua para alimentar a sus polluelos en cortos intervalos, muchas veces regresando al nido flotante en momentos de peligro. Esta diversidad de tácticas ilustra la especialización ecológica de cada especie en un hábitat común.

Sin embargo, el principal riesgo para estas aves acuáticas no proviene de sus depredadores naturales, sino de las alteraciones humanas del entorno. En espacios como el Delta del Llobregat, la ampliación del aeropuerto, la urbanización creciente y la pérdida de terrenos agrícolas periféricos amenazan directamente la continuidad de estos ciclos de vida. La antropización reduce los hábitats de alimentación y refugio, fragmenta las zonas de cría y aumenta la presión sobre las especies más sensibles. Aunque en la superficie las imágenes pueden transmitir calma y ternura, lo cierto es que cada pollo que sobrevive es un logro frente a un entorno cada vez más condicionado por decisiones humanas. Proteger estos humedales no es solo conservar aves: es garantizar que el "tiempo de pollos" siga siendo posible año tras año.

Un pequeño polluelo de focha explora su entorno acuático.

Una familia de fochas comparte las aguas tranquilas.

El progenitor vigila de cerca mientras su cría aprende a nadar, una lección esencial para enfrentar los desafíos del humedal.

Familia de Somormujo lavando. 
Travesía acuática. 

Somormujo lavanco llevando a sus polluelos rayados a salvo sobre su lomo.

Zampullín abre sus alas protegiendo a sus pollos.
Crìas de zampillín. 
Pollos de zampullín siguiendo a su progenitor. 

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© PacoTorres en el Delta del LLobregat. Fotos 27 de mayo de 2025. Canon R7 + obj.100-500RF